Créase o no, pero ¡es verdad!

En la profunda seguridad del caldenal pampeano comentan los ancianos lugareños, desde tiempos remotos se reúnen seres de nuestra fauna.
Solamente una anciana logró espiar entre los piquillines y contar lo que vió y quizás nunca jamás nadie lo vuelva a ver.
Esa anciana narró que en busca de una oveja extraviada en el monte, comienza a percibir extraños rumores en la fronda, mezcla de chillidos de aves, bufidos, graznidos, etc. Con todo cuidado se va orientando sin pisar ramas hasta llegar al borde de un pequeño claro, aparta unas ramas que no la dejan ver, y quedó alelada con lo que observa.
Reunidos en círculo hay peludos, vizcachas, teros, loros, calandrias, martinetas, liebres, tutu tucus, practicando un extraño e indescifrable juego. No observa entre la concurrencia, zorros, pumas o jabalíes.
En el suelo, en medio del círculo hay huevos, semillas, arbustos comestibles, y pensó.. seguramente son objetos de apuestas!
Luego comienza a retirarse tan sigilosamente como llegó, olfatea y puede ver en la cercanía a zorrinos estratégicamente ubicados, como custodiando el entorno.
Alejada ya del lugar, piensa mientras murmura: ¡Son jugadas de apuestas! como la taba y el truco ¡es increíble!… y la custodia es por los depredadores, que se comerían los huevos, las aves, y a los apostadores.
Va llegando a su humilde casita muy ensimismada. Si les cuento a los amigos del pueblo, nadie me va a creer.
Sé que en el pueblo hay vecinos que apuestan en lugares determinados, que son organizados y custodiados para evitar a los depredadores que quizás sean mas cruentos que aquí.
Lo cierto es que éste es un gran ejemplo de un pasatiempo sano y solidario, ya que los ganadores se llevarán los frutos, las semillas o los huevos, piensa la abuela… al tiempo que; ¡Cierra la puerta!

Roberto Hugo Llanos